Continúo por este breve paseo por la Historia de la Lencería. Veremos su evolución desde la Edad Media hasta el siglo XVIII
EDAD MEDIA
En medio de guerras, invasiones y desplazamientos, la gente no se fijaba en refinamientos. Tenían, eso sí, la prenda lencera multiuso por excelencia: la camisa o sayón, que nunca se separaba de su dueño. Servía para todo: como ropa íntima, como camisón de dormir, y hasta para darse un baño, con lo que se lavaba de paso
Como los señores se iban a la guerra, y por otro lado, la iglesia velaba por la moral, se inventó una prenda íntima, netamente femenina: el cinturón de castidad
El cinturón de castidad y el sayón
Toda la confección estaba en manos de gremios, por lo que cualquier tipo de prenda, tenía que estar confeccionada por un sastre.
Al final de la Edad Media, con la aparición de las ciudades y de la burguesía como clase social poderosa, apareció por primera vez una forma de vestir que marcaba claramente la diferencia entre los sexos. Trajes entallados, con falda para mujeres, y calzas para los hombres.Los atributos de cada sexo, se exaltan. Se destaca virilidad en los hombres bajo las calzas, y hay una especie de alusión a la maternidad en las mujeres a base de rellenos y almohadillas en el vientre.
Con una gran inquietud por parte de la Iglesia, que ve en ello una prenda pecaminosa, aparece por primera vez en la historia el pantalón íntimo femenino, derivado de las calzas masculinas.
Calzas
Con el ajuste del cuerpo para realzar la figura femenina, se empieza a vislumbrar el artificio que oprimía física y mentalmente a la mujer durante cuatro siglos. ¡El Corsé!, que por ahora es blando y se abrocha con un cordón por delante.
Bajo el imperio de España, es la corte española quien dicta la moda en toda Europa, y lo hace imponiendo su rígida austeridad. Color negro, siluetas planas y sin relieve, y faldas acampanadas, son sus señas de identidad. Se generaliza el uso del "corsé aplanador", y el "verdugado", armazón reforzado a base de juncos verdes que acampanaba las faldas.
Artificios de características similares, siguieron al verdugado. El "aguardainfante" o "tontillo", netamente español, que popularizó Velázquez en sus "Meninas", ensanchaba exageradamente las caderas, dejando planos el delantero y el trasero.
En el siglo XVII es la corte de Francia quien dicta la moda. Ésta es un reflejo de la fantasía, la búsqueda de placer, del gusto refinado, y de la falta de rigidez de su sociedad.
El vestir femenino se caracteriza por :
Escotes generosos que exhiben el pecho realzado mediante el corsé que se refuerza con tablillas y con juncos. Alrededor de los doce o trece años de edad las niñas de familias adineradas se iniciaban en el uso de esta prenda, que seguirían usando hasta el final de su vida ininterrumpidamente.
Faldas ampulosas, sostenidas por el "miriñaque", especie de armadura a base de dientes de ballena. Las expediciones para la caza de estos cetáceos aumentó escandalosamente para satisfacer la demanda de la moda.
Caderas prominentes, gracias al uso interior de unos cestillos de mimbre: las llamadas "paneras".
Pocas veces se utilizan pantalones íntimos, llegando a ser obligatorios para bailarinas y amazonas, quienes a pesar de todo, se "olvidaban" de ponérselos con el consiguiente regocijo general cuando sufrían caídas.
Los gremios excluían a las mujeres como costureras y eran los sastres quienes confeccionaban la ropa.
La Revolución Francesa lo fue también para la moda femenina. Con el nuevo régimen parecía que la libertad iba por fin a alcanzar a la mujer, liberándola de ataduras de todo tipo, y entre ellas, del corsé, símbolo y artificio de opresión, del miriñaque, y hasta del calzón íntimo...
Tras la Revolución Francesa el corsé cae en desuso al considerarse una opresión para la mujer, al igual que las medias, zapatos, pelucas y calcetas. Además era odiado por Napoleón Bonaparte, considerándolo como "El asesino de la raza humana", debido a que algunos creían que causaba los abortos naturales y la descendencia de la natalidad; a pesar de que sus dos esposas lo usaban. Pero a partir de 1820 resurge y vuelve a usarse de forma común.
Las mujeres prescindieron de todo, disfrazándose de griegas a base de túnicas transparentes sobre, a los sumo, unas mallas de seda.
El pecho se sujetaba por una cinta, que con adornos típicamente lenceros, daban a los vestidos un aire de camisón.
La nueva figura femenina consistía en una idealización elevada al extremo de las formas, aportando una apariencia frágil y elegante (es así hasta 1905) de reloj de arena, con el busto elevado y una cintura estrechísima, llamada "de avispa", afinada por el uso continuado del corsé que contrastaba con una falda muy voluminosa que va evolucionando durante el siglo siguiendo las tendencias impuestas.
Corpiño. Tercer cuarto del siglo XVIII. Museo Metropolitano. Nueva York
Hasta aquí nuestro paseo. Continuaremos con el siglo XIX hasta nuestros días.